Konrad, el lobo que quería comerse un pato, se convierte en padre.
Una paternidad casi tragicómica porque le supone superar la necesidad más primaria, el hambre y al mismo tiempo, el gozo de ver crecer y enseñar a su hijo, después a su hija y a sus nietos y a los hijos de sus nietos.
Un ciclo vital que nos recuerda a la posible paternidad o maternidad de todo el mundo.
Las ilustraciones iluminan. No puedes pensar en el texto sin esas ilustraciones.
Aparece el humor, la sensibilidad ante los grandes problemas: el amor, irse de casa, tener descendencia, convivir …